lunes, 30 de mayo de 2022

La montaña

 Sería deliciosamente cómodo tomar el camino sencillo, dejar de lado la montaña y nada más bordearla. Limitarme a repetir los patrones comunes de comportamiento, buscar un empleo corriente, que no absorba demasiadas horas y que me ofrezca un sueldo razonable. Juntarme después con alguien y experimentar la suculenta ficción de la vida en pareja, encontrar un techo al que llamar hogar, tener un perro, dos gatos, tres hijos. Realmente, nada de lo anterior me parece errado, no lo escribo desde el sarcasmo ni desde el engreimiento, pero me pregunto… ¿Acaso, en la mayoría de los seres humanos, ese modus operandi entra dentro del campo de sus profundas decisiones? Es evidente que no, de lo contrario no habría tantas clónicas vidas aparentemente cómodas en continuo conflicto psicológico.
Es posible que la montaña, que el camino complejo, ofrezca finalmente un marco similar al que se encuentra en la senda convencional, no lo sé. Cuando uno está frente al monte, se cuestiona, se pregunta, va despacio, puede observar desde una perspectiva mucho más amplia que cuando uno simplemente se limita a seguir los pasos ya dados, y los asume como acertados e incambiables. Desde la perspectiva que ofrece la profunda honestidad con uno mismo, se puede entrever que no se requiere casi nada de todo aquello que la gran masa observa como una necesidad. Así que cuando llega de manera espontánea un contexto similar al común, aquel que escogió la senda compleja, quien anduvo en la indagación de sí mismo, no tiene miedo a la pérdida, ya que nunca creyó haber ganado absolutamente nada. Es más, nunca constituyó la base de su construcción personal nada de lo que aparentemente le fue regalando el destino.
Es por eso que sigo frente a la montaña, no la esquivo. No por llegar a la cima, sino porque sé que observándola es cómo puedo darme cuenta de que no hay montaña.

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