domingo, 6 de febrero de 2022

De nuevo, de viejo

 Mientras se da la ausencia de acontecimientos, vivo, intuyendo procesos de cambio, creyendo que de un momento a otro se abrirá un portal, un túnel hacia un paraíso desconocido. Mas se siguen dilatando las horas, y llega un día y otro día, y no hay aparentes diferencias significativas. Me siento en la silla, miro por la ventana, ya sé que nada tiene sentido y que si lo tiene, yo no soy capaz de hallarlo. No sé tampoco lo que es en sí el sentido, de hecho, me suena hasta ridículo. Cuando creo que algo puede tener sentido lo creo, supongo, porque puedo entenderlo. Así que doy más o menos por hecho que es probable que la vida esté llena de significado, pero que, mal que me pese, no sé entenderlo, por lo tanto, no me sirve de mucho adoptar una u otra resolución. Estoy aprendiendo a observar desde algún punto lejano al tiempo, convivo en el tiempo pero aplico la observación desde un espacio que se escapa a la lógica del mismo. No me encuentro detrás de una práctica diaria, persiguiendo un objetivo a través de alguna técnica extraña, es la casualidad la que de pronto me ha adjudicado esta posibilidad. Y desde este enclave atemporal percibo, sin ningún tipo de duda, que los dilemas crónicos de la individualidad humana carecen de peso; los tuyos, los míos, los de aquel. Me siento en la silla, miro por la ventana, ha venido al fin la noche, mañana lo más probable es que llegue la luz, y cada cual seguirá haciendo lo que cree que ha de hacer, hasta que caiga la noche, de nuevo, de viejo.

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