lunes, 15 de noviembre de 2021

El palo

 Sólo hay un palo que cae al agua, que vuela efímero y acaricia la superficie del lago antes de romper contra la calma, pero insisto en comprender lo que es el palo, lo que es el brazo que lo arroja, lo que es el aire y el agua, y el perro que se tira sin ambages. No me basta con el palo como al perro, no me basta. Y sin embargo… sólo hay un palo que cae al agua ¿Cómo ha de ser el palo todo lo que el palo significa? ¿Cómo ha de ser el agua simplemente el agua? Y sin embargo… el perro sabe que sólo existe un segundo, dos o tres como mucho, que siempre se repiten, que se expanden y se achican, y que nunca son iguales aunque sean los mismos. Yo, no obstante, colecciono conclusiones, y observo los palos de la ladera, los comparo y elijo bajo un extraño criterio: longitud, suavidad, ramaje, anchura… Y recuerdo el día de ayer, cuando igualmente a la vera del lago elegí una conclusión para arrojarla sobre la ciénaga de mi conformidad, y quedó ahí flotando porque ningún perro saltó para llevársela, porque a los perros no les interesan las conclusiones, sólo los palos. Así que se hundió, porque una conclusión pesa mucho más que un palo, y cuando quise aplicarla, obviamente, ya no era posible. Entonces comprendí la razón por la que a los perros les fascinan los palos, la causa de esa extraña obsesión, el motivo de tanta predilección por un trozo de rama seca, y es… porque sólo hay un palo que cae al agua, porque todo es el palo que cae al agua, porque las conclusiones no existen y, para colmo, sin existir siquiera, pesan mucho más que un palo. Y si aún os cupiera alguna duda… os invito obstinado a que arrojéis esta misma conclusión al agua y observéis lentamente su naufragio.

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