sábado, 29 de diciembre de 2018

¡Vamos a lavarnos la cara!

Venga, vamos a lavarnos la cara, a quitarnos las rayas pintadas en la comisura de los labios. Vamos a olvidar que no entendimos la tormenta de la gente, que no dimos tiempo al prójimo para que saliera de la boca del lobo. Vamos a obviar que dimos vacuos discursos sobre la felicidad, que nos sirvieron para ganar adeptos y, a la vez, para hundir en la incomprensión absoluta a quienes no tuvieron tiempo de dar dos vueltas de tuerca más a sus sentimientos ¿Quienes somos ahora? ¿Es justo que reparemos nuestra máscara insulsa? Parece que todo lo que dijimos ya no importa, que la contradicción es legítima y… quizá sí, quizás lo sea, pero al menos… debería servir para que dejemos de escupir estupideces.
Malditos seres de luz… Que poco entendéis de penas, de agonizantes dolores, que poco habéis sido capaces de enfrentaros a vuestros terremotos internos, y cómo los habéis ocultado con ese ridículo complejo de superioridad espiritual. Malditos “Budas”, vomitivos charlatanes, arrogantes embaucadores incapaces de asumir su propia incoherencia cuando esta llega como un jarro de agua fría. Tened al menos el valor de reconocer vuestra propia farsa, no vengáis a vendernos ahora una nueva filosofía que incluya la tristeza (la vuestra únicamente claro) como una cuestión digna y valorable ¡No! ¡Bailad ahora! ¡Todo es producto de vuestra mente! ¡Bailad mientras se pudren vuestras almas!

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