martes, 6 de noviembre de 2018

Condensación (Cuento)

Tiritan las tiernas lágrimas de la mañana con el tímido roce de la brisa congelada, sus cuerpos inestables se deslizan por los tallos de las plantas que cuelgan en los balcones. Hay hojas que se desprenden y planean pasando desapercibidas sobre nuestras cabezas, llevando a veces aún el brillo de alguna de aquellas gotas. La tenue luz del sol de invierno se divierte atravesando su forma para multiplicar la magia que desatan, algo de lo que también rara vez nos damos cuenta. Aunque creo que la magia es anterior a la consciencia, así que importan poco nuestros ojos.
Crecen a empujones los tallos amarillos entre los adoquines, informan al cemento sutilmente de lo efímero de su presencia y por la noche le recuerdan que la tierra a veces grita, que ha llegado muchas veces a crear inmensas brechas donde ahora crecen árboles preciosos dócilmente.
Se yergue un muro de neblina en el ocaso del corredor urbano, no es para el amanecer impedimento alguno el despliegue cúbico del laberinto humano, y es capaz de inmiscuirse incluso en los asuntos de los pies que aún siguen apurando los últimos minutos de calor bajo las sábanas.   
Hay un pequeño cuenco de madera que contiene un manojo de llaves, tus fríos dedos eligen las que pueden arrancar el automóvil, y esa estructura producto del ingenio que no es más que la combinación minuciosa y estratégica de minerales, ruge cual si fuera un animal salvaje. La putrefacción de los organismos complejos que habitaron el pasado del planeta, ofrece movimiento a esta sólida figura que adquiere su estética por medio del fuego y la posterior exposición a la temperatura ambiente. Así son todas las formas en esencia, una consecuencia del enfriamiento.
Es probable que se adentre en ti la idea de que el cielo está poblado densamente por los químicos que surgen del petróleo, y que, por tanto, la vida en este globo se está viendo amenazada bruscamente. Pero todo cuanto existe se entrelaza y se dispone de una forma que sortea sin fatiga el raciocinio colectivo. La vida es un sistema más complejo que esa unión de innumerables conclusiones ideológicas humanas. El miedo que sufrimos viene dado por el hecho de saber que es nuestra vida únicamente la que está bajo amenaza, ya que, de lo contrario, nos veríamos confusos y obligados a asumir la ecología como un dogma que supera el impasible egocentrismo.
Tu pensamiento nubla los semáforos en rojo, en las pausas se aglomeran inequívocas punzadas en el vientre. A estas alturas ya no sabes si sentirse responsable tiene algún significado, a estas alturas corroboras que asumirnos bajo culpa nos arrastra únicamente hacia el dolor, y que apuntar con nuestro dedo hacia la muchedumbre ajena puede ser satisfactorio unos instantes, pero es otra estratagema finalmente para no sentirnos vacuos. Y piensas en lo hermoso que sería no pensar, y en vez de no pensar sigues pensando que la vida es deliciosa cuando viene desgajada, exenta de estadísticas, análisis y juicios. Pero atiendes y comprendes que no sabes si eso es cierto porque apenas sabes ya si hay algo cierto y además no eres capaz de describir lo delicioso ni lo bello ¿Pero acaso es necesario describirlo? Quizás no para ti, pero sí para ti misma. Sí, parece que haya dos o más dentro de ti, al menos dos seguro. Aquella que eres tú, que se dirige hacia sí misma sin obstáculo y construye la existencia más allá de la exigencia de añadir valoraciones, y aquella que no cesa de emitir largos discursos y parece reprimir los movimientos espontáneos que  proceden de tu pecho.
La noche se abalanza de repente sobre el orden, la claridad se ahoga en las esquinas de tu cuarto y es difícil dedicarle una sonrisa a aquel incómodo rayajo que ilumina levemente tus mejillas. Brota el último bostezo y se mezcla con la mueca de tristeza que al final ha conseguido establecerse en tu semblante. Antes de dormirte hay unas lágrimas que caen sobre tu almohada, el aire caliente que aún perdura las termina recogiendo. Pronto estará la mañana de nuevo exigiendo su turno y el aire se habrá enfriado, dejará tus lágrimas probablemente sobre cualquiera de aquellas hojas que caerán desde alguna maceta justo en el mismo instante en el que te encuentres caminando hacia el automóvil. Si esta vez miras al cielo, verás al fin cómo la luz se regocija en el rocío, en tus lágrimas nocturnas. Entonces no hará falta que describas la belleza ni buscar explicación a la evidencia de que la armonía nace cuando vemos el abrazo que los polos aparentemente opuestos se están dando. Entonces no hará falta que no pienses, porque un hálito de paz irá contigo a cualquier parte siendo siempre inquebrantable frente a todo lo que pueda suceder y ante todo lo que traiga el pensamiento.

Paradoxus Luporum

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