domingo, 4 de octubre de 2015

La poesía

No es que usemos la poesía porque no sepamos expresarnos, no es tampoco porque no seamos capaces de encontrar las palabras para poder explicar lo que sentimos. Es porque lo que sentimos no tiene palabras, y sólo las palabras que construyen poesía, edificando metáforas, trayendo imágenes difusas pero bien comprendidas por nuestro subconsciente, pueden acercarse levemente a la complejidad de los sentimientos que necesitamos compartir.
Se nos reprocha a veces que no hablamos claro, que nada se entiende de lo que escribimos, que nos vamos por las ramas o que decimos lo primero que se nos ocurre. Son reproches de aquellos que leen con la intención de recrearse en su intelecto, sólo persiguen el triunfo de la comprensión, quieren colgarse la medalla de la inteligencia suprema, de la gran capacidad de análisis, del procesamiento veloz. Pero la poesía no se escribe para las computadoras, se escribe para las personas con alma y las personas con alma están cansadas de esos discursos que escupen verdades indiscutibles y argumentos irrefutables, porque después de tanta elocuencia, de tanta retórica, de tanta oratoria, verborrea y desparpajo, el corazón sigue vacío, sin aire, ahogado en una espesa niebla de juicios, criterios y críticas que se sustentan en el mismo esquema lógico e inalterable de cada día, un esquema que sólo se rompe con la poesía. Un esquema destruido por la voz profunda y digna de la sangre de los vivos.

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