¿De qué le hablaré hoy a mis
entrañas? Doy un repaso a mis anotaciones y veo que me repito demasiado. Es
difícil abrir nuevas fronteras cuando lo que ocurre día a día no tiene apenas
distinciones. Aunque la verdad es que hoy ha habido un cambio, un lapso extraño
dentro de mi rutina. Hoy he podido escribir poesía y eso no es algo que me
suceda cada día ni con facilidad. Escribo todos los días, pero no todos los
días escribo poemas. Cuando escribo poesía me siento inmensamente libre, pero
no comprendo de donde viene la apetencia de hacerlo, no comprendo lo que causa
que de pronto tome la decisión de sentarme y escribir un poema, y no sólo de
sentarme y escribirlo, sino también de terminarlo. Acostumbro a pensar que todo
lo que producimos por nuestra cuenta corresponde a nuestras decisiones, hijas
de nuestra voluntad, pero con el arte a veces es muy raro, ya que parece
existir una mezcla entre nuestros deseos, nuestros pensamientos y eso que
llaman inspiración y que no sabemos de donde demonios viene.
Pues bien, me he propuesto hoy
hablar de la inspiración en agradecimiento a su visita esta misma mañana. La
inspiración, para mí, que no creo en poderes divinos externos, aparece,
supuestamente, cuando menos la esperamos, aunque ha de tener una lógica,
quizás, puede que lo que comamos esté relacionado, puede que la actividad
física tenga algo que ver, aunque, sin duda, lo que más me convence es pensar
que está íntimamente relacionada con las experiencias intensas. Es cuando he
estado viajando o destrozando mis hábitos y mi rutina, cuando más visitas me
han hecho las musas, han salido de mí canciones y poemas, pero dudo que se deba
únicamente a lo expuesto, tiene que haber alguna explicación más convincente,
menos simple. A algunos les inspira la noche, a otros les inspira la lluvia, a
otros, sin embargo, el sol. A mí todo me parece idóneo para que surja el
momento, aunque es verdad que hay situaciones excepcionales. Bajo la ducha
salen ideas disparadas como misiles, tengo un amigo que dice que mientras hace
de vientre, le nacen los mejores pensamientos del día y no duda en llevarse una
libreta y un lapicero siempre al excusado. Hay quienes crean obras de arte en
sus cabezas justo antes de quedarse dormidos, pero esas obras desaparecen por
la mañana al despertar porque nadie se encargó de escribirlas. Da la impresión
de que la inspiración pretende poner las cosas difíciles, ya que llega en los
momentos más inoportunos para que no podamos materializar la belleza que nos
regala ¿Cuántos grandes poemas habrás dejado pasar porque podía más Morfeo que
la necesidad de escribirlos?, ¿Cuántas melodías sublimes habrán perecido para
siempre bajo la alcachofa de tu ducha?, ¿Cuántos inventos has volcado en la
papelera del olvido?
Pienso que incluso, a veces, la
inspiración se acuesta con nosotros y se hace dueña de nuestros sueños. En esas
peculiares ocasiones, es cuando soñamos vivamente y los acontecimientos que se
desarrollan son más inverosímiles que nunca, pero nos sorprende la delicada
elaboración de la trama, pues pensamos que no habríamos sido capaces de
desarrollar una historia durante la vigilia como la que hemos vivido mientras
dormíamos, que es imposible que nuestra mente haya creado todos esos
personajes, esos escenarios y esos sucesos por sí sola.
Yo pretendo hacerme amigo de la
inspiración y le doy siempre la bienvenida, pero estoy empezando a entender que
ella considera, en cierto modo, una traición, el hecho de que materialice y que
comparta con el mundo las sensaciones que me regala. Debe ser por eso que pasa
largas temporadas sin venir a verme. Yo no la hecho de menos, me gusta, pero no
la ansío, ya que me agrada así, de vez en cuando, sin prisas, sin agobios. Si
me visitara todos los días, tendría que echarla de mi casa, o de mi cuerpo,
según se mire, y me fascina llevarme bien con ella. Espero que un día comprenda
que no pretendo traicionarla cuando utilizo sus impulsos para crear, pero si no
lo comprende, pues que se pudra, creo que ni siquiera me hace falta ¿A ti te
hace falta?
Creo que no hace falta ni tampoco sobra. Llega cuando la dejamos entrar, y le queremos dejar pasar a nuestra habitación del espíritu. Para algunos puede llegar como canciones o poemas, y para quienes disfrutamos de esa inspiración que les llega a otros, nos pues llegar como una palabra a un amigo, un gesto a un compañero, o un deseo de caminar para encontrar algo que mirar. Quizas no llega, sino simplemente la tenemos ahí esperando hacerse visible, y su puerta de salida puede ser algo que nos emocione, que nos saque de la rutina como decías, que nos acelere el corazón o los pensamientos. A veces puede servir para uno mismo, y otras para entregarse al resto. Si la presionamos a que salga, seguro no lo hará de buena gana. Me parece que le gusta salir cuando es el momento, cuando nosotros la inspiramos a que salga sin darnos cuenta, pues estamos absortos en lo que nos inspira.
ResponderEliminarClaro. En verdad pretendía ser bastante irónico en este texto. Yo también pienso que "no llega, simplemente la tenemos ahí", por eso en cierta parte del texto digo: "Acostumbro a pensar que todo lo que producimos por nuestra cuenta corresponde a nuestras decisiones, hijas de nuestra voluntad", sin embargo, luego me paso todo el texto hablando de ella como si fuera algo externo, pero como es una ironía, decidí terminar diciendo que no la necesito, intentando dar a entender que no viene de ninguna parte, que está dentro de nosotros y que por eso "no la necesito". Un saludo y muchísimas gracias por tu comentario.
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