“¡Aguantar, aguantar y aguantar!,
¡eso es la vida!” Así le oí hablar a un hombre de entre cuarenta y cincuenta
años mientras caminaba con la que debía ser su madre por la acera de la calle
Eugenia de Montijo. Sus ojos reflejaban cansancio, un cansancio enorme
acompañado de angustia y dolor. La madre lo escuchaba sumisa, aceptando
tristemente, ¿Qué les ocurría? Yo no lo sé, pero me niego a pensar que la vida
es eso, aguantar ¿Qué es lo que hay que aguantar?, ¿el trabajo?, ¿la rutina?,
¿las facturas?, ¿un desahucio?, ¿una mentira?, ¿el dolor?, ¿la perdida?, ¿el
aburrimiento? Puede que en la vida haya que aprender a aceptar ciertas cosas,
pero tanto como aguantar… Lo que pesa no pierde su peso cuanto más lo
aguantamos, nuestra fuerza tiene un límite y si algo pesa demasiado, nos
terminará aplastando. Deberíamos agotar todas las alternativas posibles antes
de sujetar una roca que supera nuestro peso y cuando esa roca llega
inesperadamente y no nos da tiempo a apartarnos, deberíamos trabajar a diario
por encontrar la manera de quitárnosla de encima, no podremos sobrevivir si
pretendemos acostumbrarnos a su peso. Estas cosas nos pasan por olvidar quienes
somos, y ¿quiénes somos?, creo que puedo decíroslo: Somos animales vivos e
inteligentes, llenos de sueños y esperanzas, animales libres y poderosos con la
capacidad de hacer de nuestras vidas algo mágico e inesperado, somos sangre y
la sangre corre, somos manos y las manos hacen, somos piernas que caminan y
rostros que contemplan. Nunca olvides la mochila del armario, está ahí
esperando el momento de partir. Cuando las alternativas fallan y la roca se
hace cada vez más grande sólo queda la mochila, tus hombros, tus piernas y tu
fuerza. Si no encuentras a nadie que se anime a acompañarte, el camino te
regalará a otros tantos que se hartaron de aguantar y aprenderéis juntos a
aceptar la realidad, pero jamás volveréis a aguantar lo efímero, lo falso, lo
que no debería tener cabida en la mente humana.
No hay que dejarse embaucar por
las necesidades que no necesitamos, puede que suene contradictorio, pero es así.
Hay necesidades que no necesitamos, no las aceptes ni las aguantes. Acepta si
quieres que tienes dos manos y, por tanto, no puedes hacer lo que harías si
tuvieras tres o cuatro manos, acepta también si quieres que los leones se comen
a otros animales, ya que si no lo hicieran, morirían. Acepta si quieres la
existencia de la muerte y la posibilidad de que algún día te toque morir,
acepta que necesitas comer, que necesitas dormir, que necesitas amar y ser
amado. Pero no tienes porqué aceptar una rutina establecida que te obligue a
levantarte cada día a las siete de la mañana, no hace falta que aceptes las
facturas ni, en definitiva, una vida que no te satisface, ya que aceptar esto
cuando no es lo que deseas, es aguantarlo. Puedes si quieres aceptar un trabajo
asalariado siempre y cuando ese trabajo te llene o te haga sentir vivo, eso ya
depende de ti, pero seguir ahí metido cuando no es lo que quieres en tu vida,
cuando te duele cada mañana moverte hacia ese triste lugar donde todo te
apesta, significa estar aguantando, soportando una roca que pesa demasiado, que
te terminará aplastando, y te aseguro que la vida no es eso.
Nunca olvides la mochila y no te
distancies de quienes harían el viaje contigo. Rompe en cuanto puedas con las
necesidades innecesarias y sólo acepta lo inevitable, lo que realmente es como
es por su propia naturaleza, pero no te dejes engañar por aquellas imágenes
mentales que nos muestran pautas efímeras como si fueran exigencias de nuestra
biología.
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