Días largos de marzo que cansan,
aterrizan a las once de la noche con todo su peso en mi cabeza abrumada. Pero
no voy a rendirme, porque mis párpados aún no se han desplomado y eso quiere
decir que queda todavía un hálito de voluntad en mi cuerpo. Escribo esta noche
como si un grupúsculo de esclavos diminutos tiraran de mis dedos amarrados a
sogas transparentes y lograran acercar cada yema a la letra que corresponde en
el teclado para conformar algo que ni yo mismo comprendo.
Estando vivo es difícil reconocer
que la muerte se acerca a grandes zancadas sin que nos demos cuenta, y tampoco
nos percatamos de que la vida se va pasando a marchas forzadas. Esto es algo
que debemos pensar cuando llega nuestro momento, cuando estamos en el lecho de
muerte ¡Qué rápido ha pasado el tiempo!
Siempre me ha gustado esa estrofa con la que comienzan las coplas por la
muerte de su padre de Jorge Manrique: “Cómo se pasa la vida, cómo se viene la
muerte tan callando…”
Hablo de la muerte, pero con una
sonrisa. No creo que haya que tener miedo a morir, en la muerte hay que pensar
mucho, pensar en la muerte nos ayuda a centrarnos en lo que nos parece
importante, nos permite encontrar el camino que consideramos realmente valioso.
La muerte es algo que paradójicamente nos ayuda a vivir, pero no sabemos
aprovechar su existencia. Está más que claro que la mayoría de los seres
humanos evitamos pensar en la muerte porque nos da miedo, y digo que está tan
claro porque veo que la gente hace demasiadas cosas que no quiere hacer ¿Acaso
haríamos tantas cosas que nos repugnan si fuéramos constantemente conscientes
de que moriremos algún día y de que la muerte puede llegar en cualquier
momento? La muerte puede aparecer dentro de setenta años o dentro de un minuto
¿Podrías asegurarme al cien por cien que no vas a morir mientras estás leyendo
este texto? Si te mueres, no me eches luego a mí la culpa, era sólo una
pregunta inocente. En serio, deberíamos tomar aún más conciencia de lo que es
la muerte, lo que significa y lo imprevisible que puede llegar a ser. Nos
ayudaría a centrarnos en lo importante e incluso, el hecho de pensar
profundamente en esta cuestión, puede hacernos cambiar de perspectiva, quizás
lleguemos a la conclusión de que muchas pautas de nuestro comportamiento en el
día a día no tienen absolutamente ningún sentido.
Cuando uno piensa en la muerte
suele ponerse bastante triste al principio, creo que eso es una fase que
debemos superar. Cuando nos invada el miedo tenemos que aprovechar la situación
para entendernos mejor a nosotros mismos, además, no vamos a superar ese miedo
huyendo de él, hay que dejarse embaucar por el miedo pero sin dejar que nos
domine, y así, es posible que llegue un momento en el que comencemos a
comprenderlo y cuando no presente ningún misterio para nosotros, se marchará
sin más. Después la muerte seguirá en nuestro pensamiento, pero ya no la
veremos como algo negativo. Ahora sabremos aprovechar su poder para aplicarlo
en nuestra vida, en nuestro día a día, comprobaremos así que se nos abren
caminos inexplorados, que hay miles de situaciones que carecen totalmente de
importancia, que son absurdas. Ante la idea de la muerte no tienen ningún
sentido, así que las machacaremos, las olvidaremos completamente y sólo cuando dejemos
a un lado la importancia de la muerte, volverán a aparecer hasta que tomemos
conciencia de nuevo de lo que significa que nuestra existencia tiene un fin y
que no estamos aquí para derrochar el tiempo con estupideces, que todo lo que
hacemos tiene sentido en sí mismo, no hay que buscarlo en ningún lado más que en
la conciencia de que las cosas se marchitan, al menos físicamente, de otro modo
no lo sé, yo ahí ya prefiero no meterme por el momento, quizás cuando este
muerto abarque ese tema, pero me temo que no podré compartirlo con los vivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario