Cuando éramos niños, tocábamos
las cosas con más atención, pasábamos intensamente los dedos por encima del
gotelé, hincábamos las uñas en la goma de borrar y soplábamos inquietos todo
diente de león observando anonadados el vuelo de sus clipselas. Sabemos que
existió otro tiempo en el que la perspectiva con la que observábamos el mundo
era totalmente diferente y bella, a veces somos capaces de oler esa
perspectiva, pero incapaces de recuperarla. A veces llega un olor de antaño que
nos recuerda como era de verdad la realidad, a veces llega un recuerdo que nos
ofrece el olor verdadero de las cosas. Antiguas canciones nos transportan fuera
del camino diario hacia la escuela o el trabajo. Los esquemas se rompen de vez
en cuando, se crean brechas inesperadas que nos obligan a sentir que somos
seres humanos y que la vida está hecha para ser vivida. Pero enseguida
olvidamos esas llamadas, esos toques de atención y seguimos cabizbajos
arrastrando los pies por el pasillo monótono de la muerte voluntaria.
Siempre buscando vías de escape
que te acaban introduciendo aún más en el laberinto de tu propia mente. Todas
las ideologías son una gran mentira, sus leyes, sus normas que recortan la
visión del mundo ¡Malditas gafas de realidad virtual! Las religiones son la
misma basura. Es muy complicado saber obtener los aspectos positivos de las
grandes mentiras de la humanidad, por lo general casi siempre consiguen
engañarnos, sólo el libre pensamiento y una voluntad muy abierta pueden
conseguir resultados positivos para el corazón humano. “Piensa por ti mismo”,
bonita consigna que nadie se aplica, al final termina siendo también parte de
las ideologías y pierde completamente su significado.
Cada día que pasa me aparto más
de las convicciones prefabricadas, me escapo de las discusiones insulsas de
quienes defienden una bandera, un color o una simple etiqueta. Las etiquetas
tienen la única función de ponernos a unos contra otros sin haber escuchado a
nuestros supuestos opositores. Las etiquetas nos vuelven sordos, los colores nos vuelven
ciegos y los dogmas nos vuelven mudos. Es una pena este mundo, es una pena esta
humanidad, porque esta humanidad también soy yo y también pertenezco a este
mundo, evidentemente, así que tengo claro que no hablo sólo para vosotros, de
hecho, creo que a veces hablo sólo para mí y me grito porque si no, no me
entiendo.
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