jueves, 26 de octubre de 2017

Te quiero

Te quiero, te digo, perdido, mirando tu ombligo. Y te ríes, te enfrías, quizá desconfías. Lo sabes, te callas, no quieres amar tan temprano, aunque no haya otra cosa distinta que te haya surgido en el último beso que me has regalado. Lo sabes, callarte te ofrece el sillón de la gloria, el control periférico intacto y estable de las emociones, te sientes triunfante, elefante, gigante, dominas, o al menos lo crees, mis latidos. A mí no me importa, lo gozo, me gusta el infierno, caer en el pozo si es lo que se advierte, me gusta lamer la oquedad tormentosa y oscura que a veces nos trae la existencia, aprendí a enamorarme también del dolor, de la sangre, del mal, del perder, del caer, de estar sólo y ser triste. Me trae tu silencio arrogancia, me huele tu aliento a soberbia, y vuelvo a decir que te amo, no miento, te tengo sin ropa en mi cuerpo y derrito mi fuerza salvaje en el vientre candente que posas mojado en el mío. Te asustas, me miras, te crees que estoy loco y observo tu miedo a perder el control, así que te vas, te levantas, te ves preocupante, te crees que me pierdo en alguna emoción Bécqueriana, no importa, da igual, que más da, no me entiendes, lo sé, te sonrío, eres libre. Me quedo abrazado a mí mismo, yo solo, en mi cama, me sobra, me quiero, me amo y por eso te amaba, quería ofrecer una parte de mí, compartir, comunismo afectivo quizá, pasional anarquía, otro día será, volverás, es así, te has largado con una maleta cargada de dudas.

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