viernes, 4 de marzo de 2016

Mi camino

Al igual que cualquier ser humano, he buscado muchas veces mi camino. He querido saber cuál es mi papel en esta obra. Supongo que es una obligación de la consciencia y de la inteligencia vagar detrás de estas disquisiciones.
Consecuencia tras consecuencia o por casualidad me hallé con la guitarra entre mis brazos, después con la magia de las palabras y salieron de mí demasiado temprano algunas canciones. Por razones que desconozco, quizá por ciertas situaciones de injusticia que rodearon mi vida, siempre anduve queriendo mejorar el mundo, y mi planteamiento primigenio no sobrepasaba la idea de que cualquier posible solución a los problemas comunes de los seres humanos, se encontraba enraizada en algún punto de la mente de cada persona. Pero las ideologías extirparon todo esto y asumí que lo material, lo palpable, lo que puede verse, tocarse y olerse, era la causa única de todo conflicto y de toda solución. Por eso comprendí la política, y la sigo comprendiendo y, de hecho, sé que hay gran parte de razón y verdad en los discursos de las ideologías, pero a día de hoy creo que la realidad no deja de ser un reflejo de lo que llevamos dentro de nuestras mentes. Por eso siento que modificando nuestra mente, modificamos la realidad, y que sin embargo, modificando la realidad, no siempre modificamos nuestra mente porque los cambios no son reales cuando no vienen impulsados por un cambio real de nuestra manera de pensar.
Así que poco a poco fui dejando de lado la idea de la revolución como la había adoptado en mis primeros momentos, y fui entendiendo la revolución de una manera muy diferente, de una forma íntima e introspectiva. Descubrí lentamente que había que trabajar por traer al mundo todo aquello que se opusiera a los pensamientos que generan realidades negativas para la existencia y me di cuenta de que mi papel era polvo, de que yo no tenía una función explícita, sino que me guiaba una emoción que se había fraguado dentro de mí inconscientemente. Esa emoción era la pasión por aportar al mundo todo el amor que me fuera posible, aunque no hallara en el horizonte ningún indicio de resultado alguno.
A través de los acordes de la guitarra y el juego constante de las palabras con sus imágenes, construiría las herramientas para dar rienda continua a mi tarea y deshacer la paradoja de los lobos (Paradoxus Luporum), y defender que “el hombre no es un lobo para el hombre”. Para ello tuve que desprenderme de las etiquetas, de los esquemas cerrados y de los discursos panfletarios y vacíos, lo cual quitó de mi lado a muchas personas que habían creído entender mi cántico y, a la vez, trajo nuevas caras, naturales y sinceras que supieron sentir lo que yo sentía porque ya no había parches ni posturas, únicamente honestidad.
Ahora sé que estoy creciendo y es un crecimiento que deseo compartir porque solamente un árbol no puede conformar el bosque.

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