Desde hace dos o tres días me
encuentro sin ganas de nada y justo ayer, hablando con un buen amigo, creí
entender el porqué. Resulta que, en cierta medida, es culpa de la primavera,
pero, obviamente, algo de culpa tendré yo, pues si la primavera me afecta negativamente,
será en parte porque yo se lo permito. De todas formas, la primavera es una
entrometida ¿Por qué demonios tengo ahora que dedicarme a luchar contra ella?
Bueno, no quiero ser egoísta, ya sé que esta estación para los alérgicos es una
batalla mucho más dura que la mía, pero por favor, dejadme que me queje, es lo
único que esta realidad me permite ahora mismo.
Entonces… ¿Nos afecta la
primavera? Bueno, para empezar, nos afecta todo. La primavera, el verano, el
otoño, el invierno, la lluvia, el fuego, las sonrisas, los insultos, las
mierdas de los perros en la acera, los muelles del colchón, las almohadas
demasiado estrechas o demasiado anchas, los semáforos que duran demasiado
tiempo en rojo… Pero sí, muchas cosas se pueden evitar o, al menos, se pueden
controlar y se les puede denegar el acceso al cubículo de nuestras emociones.
La primavera entra sin avisar, se mete ahí como un gato despiadado y comienza a
arañarlo todo y a desordenar todos esos pensamientos que tanto te habían
costado digerir y colocar. Luego vienen tus allegados y te provocan con sus
buenas y sanas palabras, les contestas con una mirada turbia e ingrata, te
obligan a reconocer que hoy no estás en tus cabales y enfureces aún más por
ello. Por la noche, cuando está a punto de llegar la calma del sueño, te das
cuenta de que todo sigue igual porque hasta dentro de tu inconsciencia se ha
colado el equinoccio, te revuelves en la cama como un cocodrilo hambriento y
sueñas con una manta que te estrangula y que no te deja escapar, te tambaleas
para caer de la cama y así despertar con el golpe que recibas contra el suelo,
pero te das cuenta de que no puedes apenas moverte, sólo un grito flojo escapa
de tu garganta, pero nadie puede oírte ¡Ayuda! Nadie puede oírte y cuando la
situación alcanza un grado preocupante para tus sentidos, despiertas fatigado y
confuso hasta que te acuerdas del maldito equinoccio y ruegas que esta estación
parasitaria deje de absorberte el cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario