domingo, 30 de marzo de 2014

Palabras al día XXVIII: Simbionte (30/03/2014)

Vive dentro de mí, sabe que lo sé. Los demás saben que ocurre algo, pero no saben qué. Me habla constantemente, mucho más de lo que yo podría hablar y lo peor es que me habla cuando me están hablando y no puedo prestar atención a todo. Te veo, llegas, no te conozco, me dices tu nombre, y eso que está dentro de mí me recuerda el protocolo, te digo mi nombre, me fijo detenidamente en tu mano, observo si la acercas abierta hacia mí. Lo que vive dentro de mí me dice que te de la mano, te doy la mano, pero ya no recuerdo tu nombre. Llegas, dos besos, nombres, ambos preguntamos ¿qué tal?, pero no hay ni habrá respuesta porque a ninguno de los dos nos importa demasiado, nos importaría más si ya nos conociésemos de antes, pero no nos conocemos lo suficiente para que realmente pueda interesarnos el estado de ánimo que cada uno tiene. Hay otras personas, otros círculos, así que rápidamente encontramos la vía de escape, no nos miramos a los ojos, no volvemos a hablar entre nosotros, sólo si la situación lo exige, pero la situación permite olvidarnos de que estamos ahí y de que nos hemos conocido. Lo que vive dentro de mí sólo piensa en el pasado temprano, me exige pensar en el cómo, en el porqué. Mientras me dice cosas ajenas a la realidad presente, me pierdo esa realidad y vivo en otra, todo el mundo lo está viendo, todo el mundo sabe que no estoy donde tengo que estar, entonces aquello que vive en mí se da cuenta y me lo dice y me atormenta repitiéndome que todos saben que no estoy donde hay que estar, que soy un bicho raro, que no conozco los protocolos. Llega la comida, llevo mucho tiempo callado, alguien me ha preguntado antes que si estoy bien, he hecho un gran esfuerzo, le he sonreído y le he dicho que sí, me ha respondido “Como te veo tan callado…”, yo he dicho “Es que estoy cansado”, me da igual si se lo ha creído o no, ha dejado de entrometerse, eso es lo importante, ahora puedo seguir escuchando a lo que vive en mí, en realidad no quiero escucharlo, pero no lo puedo evitar. No sé coger bien el tenedor, nunca aprendí a hacerlo correctamente, sólo espero que nadie se de cuenta, pero lo que vive dentro de mí me dice que todo el mundo lo está viendo, que todos se están fijando en lo infantil que soy pinchando en las patatas fritas con el tenedor agarrado de esa forma simiesca. Luego mis manos golpean la mesa, no paro de hacer ruido, no consigo parar, sé que estoy molestando, lo que vive en mí me lo dice, pero no puedo dejarlo, muchos me miran de vez en cuando, nadie se atreve a decirme nada, de momento. Ahora muerdo los pelos de mi barba, los más cercanos a mi boca, y a ratos mordisqueo también las uñas de mi mano izquierda. Ya no hay remedio, estoy en ese rincón donde todos me ven, pero yo no consigo ver a nadie, sólo la voz que vive dentro de mí me asegura que estoy haciendo el ridículo. No puedo parar, agarro los botellines vacíos de quienes están sentados a mi lado y soplo suavemente para provocar sonidos, me encantan los sonidos que salen de las botellas, sobre todo cuando están vacías. A continuación, paso mis sucios dedos sobre el filo de un vaso y escucho esa onda brillante que sale de la fricción continua. He perdido el control, algún comensal harto me pregunta que si me estoy aburriendo ¿Aburriéndome? Todo lo contrario, pero no, no puedo decir eso, así que le digo que no y le pido perdón como entendiendo el porqué de su pregunta. Eso que vive en mi cabeza me obliga a parar, así que hago un esfuerzo muy grande y me concentro para que mi cuerpo no se mueva, pero mi cabeza se gira y miro al cielo, durante demasiado tiempo, miro e imagino formas en las nubes y me creo en la facultad de comprender el canto de los pájaros. Todos me observan, todos están confusos. Nadie quiere dirigirme la palabra porque cuando me hablan doy respuestas muy cortas para terminar cuanto antes con la conversación. Quiero hablar con ellos, pero no quiero. Ellos ven que algo se esconde en mí, quizás querrían que lo saque, que no lo guarde, pero tiene voluntad propia, son ya muchos años de simbiosis, creo que no hay nada que hacer. Por fin nos vamos, ahora estoy solo y solo me pierdo en mi soledad.

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