miércoles, 19 de marzo de 2014

Palabras al día XVII: La respuesta (19/03/2014)

Y entonces se encontró perdida en aquel túnel del que tanto había oído hablar. Preguntó en voz alta si ya le había llegado la hora, si había muerto por fin. Una voz que le resultaba familiar le dijo que siguiera la luz, que las respuestas estaban más allá. Caminó lentamente hasta que pudo ver, al otro lado del haz luminoso, una ciudad antigua llena de personas estrambóticas que iban de un lado para otro. Se adentró en aquel lugar y observó a su abuelo acercarse rápidamente. Hacía un par de años que había fallecido. Ella se sorprendió y no dudó en abrazarle. Él le devolvió el abrazo, se sentó e invitó a su nieta a sentarse.
-Parece que has llegado aquí demasiado pronto –comentó el abuelo. ¿Cómo ha ocurrido?
-Bueno… La verdad es que ha sido muy extraño –comenzó a explicar. Estaba pasando las vacaciones en Guatemala con un par de amigas, nos dirigíamos en coche hacia el aeropuerto para regresar a Argentina y de pronto apareció un grupo de hombres con pistolas y ametralladoras. Escuché algunos disparos y creo que también oí como se destrozaba la luna de nuestro coche. Después abrí los ojos y me vi en el túnel.
-Ya… entiendo –expuso el abuelo con una sonrisa. Imagino que estarás deseosa de saber donde nos hayamos y de resolver todas las dudas que te están surgiendo. Yo no puedo ayudarte con eso, pero sé lo que debes hacer. Tienes que buscar al Ente de las respuestas. ¡Toma! –exclamó el anciano ofreciéndole a su nieta una tarjeta en la que figuraba una dirección y algunas indicaciones para llegar. Dirígete a la morada de las preguntas, allá podrás pedir cita para que te atienda el Ente de las respuestas. Si necesitas ayuda, no dudes en llamarme.
-Pero… -dijo ella quedándose con la duda en la boca.
Se sentía bien, no tenía miedo y todo aquello le parecía mágico. A veces venía un olor a bizcocho recién hecho, otras veces a leña ardiendo. Todas las personas que había por la ciudad se saludaban y se sonreían. Había multitud de niños correteando. El cielo estaba anaranjado, el clima era cálido. Se escuchaba a los pájaros cantar y a los músicos ambulantes tocar sus instrumentos, además, lo hacían con una felicidad envidiable y todos cuantos pasaban al lado, arrojaban un puñado de monedas y les daban las gracias por sus maravillosas melodías.
Después de no mucho caminar, se encontró con la morada de las preguntas. No había puerta alguna, únicamente un arco de medio punto. Se adentró al lugar y una especie de recepcionista le preguntó:
-¿Qué desea?
-Bueno verá –comenzó a explicar. He venido hasta aquí porque me lo ha indicado mi abuelo, pues dice que para resolver mis dudas, tengo que encontrarme con el Ente de las respuestas, y, tal como me ha comentado, este es el lugar donde se pide cita ¿Verdad?
-¿Es aquí? –preguntó el recepcionista.
-No lo sé, usted debería saberlo.
-¿Debería? ¿Yo? ¿Por qué?
-Bueno, usted me ha recibido, usted se encontraba aquí dentro, si usted no sabe nada ¿Quién puede saberlo? –Preguntó un poco nerviosa.
-¿Quién puede saberlo? –repitió el recepcionista. ¿Le importaría esperar unos segundos?
-No, esperaré, no hay problema.
El recepcionista se marchó por uno de los arcos que cercaban el patio donde se encontraban. A los pocos minutos regresó y preguntó a la joven:
-¿Haría el favor de acompañarme?
Ella asintió y siguió los pasos del recepcionista. Llegaron a una oficina que carecía de paredes, pero que, sin embargo, estaba rodeada de una intensa luz blanquecina. Detrás de un escritorio de aspecto antiguo, se encontraba sentada una sombra de tal modo que le daba la espalda a quien pudiera recibir.
El recepcionista le preguntó a la sombra:
-¿Es ella quién usted me ha pedido que le acerque?
-Sí –respondió la sombra.
-¿Es este el lugar al que usted deseaba llegar? –Preguntó el recepcionista a la joven.
-No lo sé –contestó ella. ¿Esa sombra es el Ente de las respuestas?
-¿Es el ente de las respuestas? –repitió el recepcionista.
-Así me llaman a veces –contestó la sombra.
La voz de la sombra era una voz femenina y a la joven le resultaba muy familiar.
El recepcionista se marchó del lugar y la sombra pidió a la joven que se acercase y que tomara asiento. La sombra le daba la espalda y ella no podía ver su rostro. Poco después comenzaron las preguntas.
-¿Dónde estoy? ¿En el cielo?
-Eso depende de lo que quieras creer y de cómo quieras llamar a lo que crees.
-De acuerdo… ¿Estoy muerta?
-Estás viva, más viva de lo que nunca antes habías estado.
-Mi abuelo entonces… ¿Tampoco está muerto?
-Tu abuelo murió, al menos para ti, pero él, el que no es tu abuelo pero que si que es él mismo, está vivo.
-No lo entiendo, ¡he estado con él antes!
- No, no has estado con él, has estado con tu abuelo.
-Ya… ¿Podría decirme qué sentido tiene la vida humana en el planeta tierra? ¿Por qué pasamos un período de tiempo allá para luego acabar resolviendo dudas con una sombra que no nos deja claro dónde nos encontramos ni si estamos muertos o vivos?
- La vida humana es la vida, la muerte no existe, la sombra sólo responde tus propias respuestas –Terminó el Ente de decir esto y se dio la vuelta bruscamente. El rostro que la joven pudo observar en la sombra era el suyo, la sombra era ella misma, era un reflejo de sí misma.
 - ¡Porque la sombra eres tú! –finalizó exclamando lo que ya no se sabía si era la sombra o era la joven.

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