Ante un tablón de pino reciclado
veo la libertad. Sobre la mesa se distribuyen al azar algunos formones y unas
pocas gubias. El tablón está liso, perfectamente cortado y es muy grueso, huele
a resina. Entonces el lápiz me invita a imaginar la forma que mi libertad desea
engendrar. No dibujo demasiado sobre la madera, no quiero condicionar el
resultado a las líneas establecidas previamente, el lápiz sólo marca una
silueta efímera que me servirá de guía, pero sus líneas no serán para mí
inamovibles. Quiero sentir que desde el principio hasta el final puedo hacer lo
que me plazca.
Clavo la punta de la gubia de
pico de gorrión sobre una de las líneas que dibujé previamente con el lápiz y
voy dando golpecitos con la maza y abriendo una senda en la madera, siguiendo
la dirección de las vetas para no desquebrajarla. Se va abriendo un camino, se
va dibujando la silueta que mi libertad ha parido. Posteriormente, cuando me
encuentro satisfecho con el dibujo en relieve que he creado con la gubia,
agarro el formón y marco los surcos para, a continuación, golpear suavemente
con la herramienta inclinada y sacar virutas que se despegan como el helado de
chocolate cuando se recoge con una cuchara de esas ovaladas que tienen en las
heladerías para hacer bolas. La madera a veces parece un helado bien conservado,
justo en el punto exacto para que sea un helado, es decir, ni muy congelado ni
demasiado derretido, eso ocurre con la madera. Y como en el mundo de los
helados, en el mundo de la madera también hay muchas variedades, diferentes
sabores, colores y texturas. También es así la vida de cada ser humano.
Poco a poco voy hundiendo los
rincones que mi corazón me pide y redondeo las partes que han quedado en
relieve, le doy forma a cada pieza sin olvidar que todas y cada una de esas
piezas de madera pertenecen al mismo tablón, son parte de una pieza única. Me
alejo para observar el camino que lleva recorrido mi obra, me siento a
observarla, pienso en ella, le intento dar un sentido, un nombre, una explicación,
pero se me ocurren mil significados, mil denominaciones, y al segundo, no se me
ocurre nada y no encuentro ni siquiera una respuesta que me haga comprender el
porqué de mi decisión por continuar con esta obra extraña. Aún así, sigo
golpeando a las gubias, a los formones, sacando madera, dando forma. A veces lo
hago mal y se me astilla, entonces exploro otras formas de hacer para arreglar
mi descuido. A veces lo hago tan sumamente mal que desquebrajo un trozo
demasiado grande, y en esos momentos intento relajarme y pensar en una solución.
Pasadas las horas, los días o los años, olvido el dolor que me supuso
desquebrajar ese o aquel trozo, olvido que ocurrió y continúo tallando. Puede que lo más complicado sea darse cuenta de que el sentido de la obra no es otro que el
hecho de crearla, el sentido está en cada momento que el formón penetra entre
las capas de la madera y sacia la libertad de quien esculpe.
Quizás pienses aún que estoy
hablando de la talla, dando una clase de artes plásticas o algo así, pero estoy
hablando de la vida, de tu vida, de nuestra vida. Tu vida es un gran tablón reciclado,
puede ser de pino, puede ser de encina, puede ser de roble… no lo sé. Pero sólo
a ti te toca darle la forma que tu libertad desea y nadie puede decirte que
forma le has de dar ni como has de hacerlo. Las gubias y los formones son tu
humanidad, tu poder personal como ser humano irrepetible, son tus herramientas
para darle forma a tu realidad, a tu existir, a tu pensamiento. Cada golpe
certero alimenta tu imaginación y tu libre albedrío, y cuando el tablón se
desquebraja, tu vida sufre un fracaso, una decepción y quizás tu autoestima se
deprime, pero esos golpes fallidos sirven para aprender a evitar que vuelvan a
suceder, sólo te hundirán si das por abandonada tu obra, si no la continúas,
pero si a pesar de los errores sigues dando forma a tu obra, aprenderás a
agarrarte antes de caer y, aún más importante, aprenderás a entender las caídas,
a superarlas y llegará un momento en que cada derrota sea para ti una victoria,
ya que descubrirás que los golpes más duros son los que te hacen más fuerte,
que las piedras del camino son las que hacen del simple paseo una gran
aventura.
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