miércoles, 5 de marzo de 2014

Palabras al día III: Sobre la música (05/03/2014)

La música no es un producto de las matemáticas, me saca de quicio cuando se dice lo contrario. El solfeo si que tiene mucho que ver con las matemáticas, pero la música no siempre va ligada a esa ciencia. Hay una cuestión complicada aquí: podemos pensar que toda la realidad responde a fórmulas matemáticas o que nosotros, comos humanos, le aplicamos las matemáticas a la realidad para simplificarla y entenderla. Quizás ocurran las dos cosas o, tal como yo pienso, quizás la razón esté en el segundo planteamiento; aplicamos las matemáticas a la realidad para hacerla comprensible, medible y explicable.
Todo esto lo digo sin dejar de lado la cuestión de la música, porque la música es una cosa muy complicada de comprender y no basta con fórmulas y operaciones, las operaciones pueden servir para componer, son un punto de apoyo muy necesario, pero la emoción que determina la originalidad de lo que luego se interprete y el sentimiento que genere en quien lo escuche, no es para nada medible ni es a día de hoy inteligible para la mente. Si a uno le proponen que componga una melodía triste, melancólica, doliente, recurrirá a los acordes menores y si se le pide lo contrario, utilizará los acordes mayores, y ahí se estaría utilizando en cierto modo la matemática, pero ¿Acaso las matemáticas explican por qué bajar medio tono a la nota correspondiente en un acorde mayor (convirtiéndolo en menor) produce una sensación de profundidad, relajación e incluso tristeza en los seres humanos? ¿Explican acaso por qué un sentimiento complejo de un compositor es capaz de plasmarse en la melodía que compone y por qué luego esa melodía produce un sinfín de emociones complejas totalmente diferentes en cada uno de los seres humanos que la escuchan? La música es un idioma, un idioma que podemos aprender a hablar, pero no podemos entenderlo intelectualmente y eso es lo interesante.
Estamos acostumbrados a racionalizar la realidad, a intentar entender cada aspecto diferente de la vida, a comprender la función de los objetos que se nos presentan, y para ello, nos apoyamos en las palabras, las cuales ayudan a evocar una imagen estándar de la forma, que nos permite amoldar al intelecto lo que no conocemos. El reto de la música está exactamente ahí, la música es infinita, se alimenta de combinaciones infinitas entre el ritmo, el timbre, la intensidad y la altura, y no nos habla, no nos dice nada concreto, no nos dice nada comprensible, pero nos hace sentir, nos puede llegar a hacer llorar, puede hacernos gritar, puede ponernos los pelos de punta y puede levantarnos del sofá, energizarnos.
Nada de esto tiene explicación por el momento, pero en el fondo, nada en sí mismo tiene una explicación, como esa que siempre andamos buscando, esa respuesta intelectual al porqué de los porqués. La explicación no puede entenderse, la explicación sólo puede sentirse, comprenderse emocionalmente. La comprensión emocional debería estar siempre en un nivel superior al del entendimiento intelectual, si así fuera, tendríamos muchos menos problemas que los que ahora atormentan a la humanidad, y lo hermoso de todo esto es que no hay nada mejor que la música para trabajar esa comprensión emocional porque, como he explicado desde el principio, sólo a través de las emociones es posible comprender la música.  

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