Vuela un trozo de papel entintado
entre la nada, zarandeado por un viento desconocido para las leyes de la
física. En él hay una inmensidad de puntos salpicados y dentro de cada uno de
esos puntos hay también una infinitud de puntos que contienen a su vez otros
puntos aún más pequeños. El trozo de papel es el universo y en algún remoto
punto de un punto de otro punto estamos nosotros dándole una importancia
suprema a la ropa que llevamos puesta, al padrastro incómodo que nos ha salido
en la carne inmediata a la uña o a lo que van a pensar de mí en el trabajo si
se dan cuenta de que no me he duchado esta mañana. Mientras miramos el reloj en
un vano intento de que las manecillas retrocedan para no llegar tarde a la
entrevista, un cerebro humano ha desconectado todas las estructuras mentales
que le ataban a una concepción de la realidad basada en un plano virtual
efímero y desnaturalizado, poco después, crees ser feliz porque has superado la
prueba, te han dado el puesto, pero la imagen de aquella cinta sobre la que
caminas y que no te lleva a ningún lado sigue ahí, echas la vista hacia el
suelo y observas tus pies ahora aún más veloces, pero siguen en el mismo lugar
de siempre.
Alguien ha visto pasar el trozo
de papel y se ha percatado de que está ahí dentro, lo ha visto volar y ha
intentado agarrarlo. Un niño lo ha estado persiguiendo por las calles durante
más de una hora y finalmente consiguió darse cuenta de que él era ese papel.
Cuando miró a su alrededor sintió que se encontraba muy lejos de casa, pero no le
importó y continúo alejándose cada vez más y más. Creo que llamó a la puerta
del lugar donde se fabrican las estrellas y allí se quedó sentado mirando el
rostro embaucador del tiempo.
La mamá del niño salió a buscarlo
caída la noche y cuando las lágrimas de desesperación comenzaron a resbalar por
las mejillas, apareció su hijo entre la lluvia de los ojos, luego ella se
convirtió en árbol, aunque hay quien dice que ella siempre había sido un árbol.
Cuando me sentaba a contemplarlo podía ver sus ramas que parecían estar
abrazando el cielo.
Se acabará el tiempo, se
extinguirá la acción y será como si no hubiera ocurrido nada. Toda esa ciencia
que un día imaginamos para entender lo que somos, rebotará hasta ser un
absurdo.
Por eso ayer le respondí a un amigo
que… En los avatares de mi consciencia me encuentro, como casi todos los
segundos de mi insólita vivencia, de nuestra enigmática existencia. Siempre
cambiando, buscando algo, pero intentando dejar de buscar porque sé que la
búsqueda nubla completamente lo buscado. Siempre pensando, analizando la vida,
pero intentando sentirla y dejar el análisis relegado a ocasiones
excepcionales. Siempre luchando, resistiendo la realidad, pero intentando
aceptar lo que existe para no caer en la absurda oposición a lo que es, ya que
lo que es, es y no tiene sentido negarlo.
Según pasa el tiempo me voy transformando en ese todo que es uno y me voy sintiendo ese uno que forma parte del todo. Me doy cuenta de que yo también soy tú y de que tú eres yo y el camino que nos separa o que nos mantiene unidos, es también lo que somos nosotros, lo que somos todos. Y el miedo de mi estómago se duerme y ya no siento la duda o, al menos, ahora me da igual la duda, ya no me importa porque estoy tranquilo.
Según pasa el tiempo me voy transformando en ese todo que es uno y me voy sintiendo ese uno que forma parte del todo. Me doy cuenta de que yo también soy tú y de que tú eres yo y el camino que nos separa o que nos mantiene unidos, es también lo que somos nosotros, lo que somos todos. Y el miedo de mi estómago se duerme y ya no siento la duda o, al menos, ahora me da igual la duda, ya no me importa porque estoy tranquilo.
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