Adeptos a la carrera de la iluminación, detrás de la manera correcta de
pensar y actuar, creyendo que están en algún tipo de sendero virtuoso,
asumiendo la potestad para analizar a todo individuo con el que se
topan. Piensan que todo el mundo tiene un problema, que existe algo que
nos aparta de la manera ideal de ser, y entonces tratan de ayudarnos, de
hacer terapia. Hay quienes les ofrecen alas cuando se colocan bajo ese
rancio paternalismo, provocan que estos divinos seres sigan
creyendo que han sido tocados por la mano de dios. Escupen la palabra
ego y la aplican despectivamente sobre los demás, cuestión que denota
paradójicamente su exacerbado egocentrismo. Viven atrapados en el bucle
de un delirio de grandeza ante el que permanecen absolutamente ciegos, y
que además, es difícil que pueda ser apreciado por sus incrédulos
discípulos. No pueden aceptar el miedo como una dimensión emocional
intrínseca a la existencia, siempre es un error la oscuridad, siempre el
sufrimiento es despreciable, pero luego dicen amar la vida. El tiempo
cultural que nos envuelve les obliga a rechazar sutilmente los códigos
morales y a vender la idea del bien y del mal como una estructura
subjetiva, pero basan realmente sus pasos en leyes inquebrantables y
desean fervientemente que sean aplicadas ante todos los seres humanos,
ya que si no las perciben como absolutas, no entienden la realidad.
Psicólogos, psiquiatras, terapeutas, hippies, profetas, gurús,
empresarios de las desgracias ajenas, de las penas, las emociones y las
personalidades que se consideran defectuosas. Dejad de vendernos vuestro
santo nirvana, ese nuevo dios inalcanzable. Vuestro rol de seres
iluminados da excesiva vergüenza. La iluminación es Buda borracho
cagando en un centro comercial. Dejadnos llorar, queremos estar locos,
sentir rabia, dolor, odio, violencia, rencor, envidia, aburrimiento
porque estamos vivos. Esa evolución de consciencia es una mera idea
inexistente, otro recurso para mantener ocupada la voluntad, otra
religión. No hay camino correcto, no hay una razón colectiva, no hay un
punto al que llegar, no hay una manera ideal de ser, no existe ningún
mesías. La inteligencia es sólo una palabra que reúne una serie de
características ideadas por el ser humano para vanagloriarse de sí
mismo. Nuestra perspectiva nos obliga a elaborar juicios y valoraciones
respecto a las situaciones que acontecen, pero más allá de nuestra
jerarquía mental, el dolor y el placer, el sufrimiento y la felicidad,
son exactamente la misma cosa. Si amamos la vida, no podemos rechazar la
muerte.
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ResponderEliminarHola sergio... me podrías regalar los acordes de esta perfecta pieza de arte ✌��
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