Desperté en un planeta donde no valía la pena arrepentirse de nada,
donde el pasado era incambiable porque ni siquiera existía. Desperté en
un planeta que giraba gracias a la ilusión de sus habitantes, a la
creencia firme de que existen los giros y la diferencia entre moverse o
estar quieto. Desperté en un planeta donde el motor de la vida era el
amor, y donde, casi sin saberlo, todos los actos de los seres que lo
habitaban se producían con el fin de entregarse. Luego regresé
a dormir y cuando desperté de nuevo, ya no estaba en aquel planeta,
aunque he de reconocer que por momentos tengo ciertos atisbos
esporádicos de imágenes de los lugares de aquel mundo. Quizás me
encuentre allí todavía, puede que nunca hubiera despertado en un lugar
diferente al mismo de siempre, puede que simplemente haya olvidado donde
estoy.
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