viernes, 11 de septiembre de 2015

Independencia

Érase una vez un tipo que quería ser independiente, así que al nacer no le gustó nada aquello de tener que mamar de la teta de su madre y reivindicó un biberón. Cuando obtuvo su biberón continuó sintiendo fuertes anhelos de independencia, dejó de llamar a sus padres después de ir al baño y aprendió a terminar la faena sin ayuda de nadie, a veces con desastrosas consecuencias. Al año de edad ya se vestía sólo, se duchaba, paseaba al perro, sabía poner la lavadora y hacía un café italiano con espumita para chuparse los dedos.

A pesar de todos sus avances, el tipo seguía sintiéndose atado, exigía más independencia. A los dos añitos comunicó a sus padres su ferviente deseo de abandonar el hogar. Era un tipo independiente, no necesitaba la autorización de nadie, únicamente lo comunicó por cortesía, aunque luego eso le llevó a pensar que era demasiado dependiente de la cortesía y “de ese tipo de tonterías que someten a la gente”, así que dejó de ser cortés.

Luego consiguió un empleo, pensó que con sus tres añitos ya era buen momento para conseguir cierta independencia económica. Estuvo tres meses trabajando de reponedor en una cadena de supermercados. No tardó en sentirse demasiado dependiente de su empleo, así que decidió crear su propia empresa. A los cuatro añitos de edad aquel tipo era el principal proveedor a nivel mundial de calcetines con puntitos de goma en la suela, de esos que permiten ir como descalzo pero sin congelarse los pies.

Más tarde, acercándose al quinto año de su intensa existencia, creó un partido político. Sintió la necesidad de independizarse de las imposiciones económicas de hacienda, comenzó a idear un plan para independizarse del Estado creando un país nuevo, con su propia moneda y sus propias leyes económicas. Mucha gente pensó que el tipo estaba loco, pero al cabo de unos poquitos meses contaba ya con su propio territorio independiente y un capital incalculable.

A partir de este momento, al verse con tantas posesiones, le invadió una sensación extraña. Intento dejarse crecer la barba, pero a su edad no había posibilidad, se sintió terriblemente dependiente de la “imberbedad”, así que decidió pintarse una. Luego dejó que creciera su cabello y cambió sus elegantes trajes por sucios harapos que recogía de los vertederos. Comenzó a sentirse demasiado dependiente de todo lo que poseía, así que decidió marcharse y abandonar su país, su dinero, su empresa y todo lo que había conseguido, ya que, según su nuevo planteamiento, ahora todas aquellas cosas le ataban.

A la edad de seis años, el tipo no tenía prácticamente nada, se pasaba las horas con las piernas cruzadas mendigando comida. Mendigar le hacía sentirse dependiente de la comida, por lo que tomó la decisión de ayunar. Luego se percató de que era demasiado dependiente del oxígeno, también de la luz del sol e incluso dependiente de su propio cuerpo ¡Para hacer cualquier cosa necesitaba su cuerpo!
El tipo colapsó, se echó a llorar y comprendió que debía rendirse, jamás llegaría a cumplir su sueño de ser completamente independiente.

Otro tipo que pasaba por ahí mamando plácidamente de la teta de su madre quiso preguntarle a nuestro afligido amigo por su dolencia, nuestro afligido amigo le dijo de mala gana… “No quiero acabar como tú, dependiendo de la leche de una teta”, a lo que el otro replicó… “La teta no daba leche hasta que yo aparecí, yo dependo de la leche como la leche de mí”.

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