Odio el trabajo, lo odio con todo
mi cuerpo, y no soy un vago, sé que no lo soy porque casi todo el tiempo me
mantengo ocupado, y lo hago a propósito. Lo que odio es el trabajo obligado, el
trabajo que se nos exige para obtener un salario, el trabajo supervisado por un
jefe, el trabajo que no es trabajo sino esclavitud, ya que el verdadero trabajo
es el que se realiza con amor y con cariño sin esperar otro resultado que no
sea el producto de ese trabajo en sí mismo. Pero saber que esto es así,
reconocer que es así, no ayuda en nada porque, queramos o no, vamos a tener que
trabajar. Vale, hay quienes dirán que existen alternativas, que hay personas
que han conseguido vivir sin trabajar, sin dinero y tal y cual, pero digan lo
que digan, es obvio que eso no está al alcance de todos y que no en todas las
vidas humanas se dan las condiciones necesarias para desarrollar una vida al
margen del trabajo y del dinero. Muchos somos quienes durante la adolescencia e
incluso ya pasada la adolescencia, hacemos planes en nuestra cabeza, vaciamos
el tarro pensando en la manera de escapar (yo lo sigo pensando), pero
finalmente, en algún momento inesperado, acabamos aceptando un empleo. Sé
que mucha gente no me va a comprender, pues hay personas que están ya
contaminadas hasta el cuello y sufren una especie de síndrome de Estocolmo con
esto del trabajo, hablo de aquellas personas que suelen afirmar que les gusta
trabajar y que si les tocara un premio, como puede ser la lotería, seguirían
trabajando. Han aceptado su condición de esclavos, están secuestrados por la
empresa o por el estado y eso les satisface. De hecho, hoy día, la gran mayoría
de las personas desean fervientemente encontrar un empleo en el que las hagan fijas,
a mí eso me aterroriza, cuando entro a trabajar en algo, desde el primer día
hasta el último que marca el contrato estoy deseando que se termine, que se
acabe y así disfrutar del tiempo libre hasta que la necesidad me exija ponerme
a buscar otro empleo. Y no veo una alternativa en el hecho de ir saltando de
trabajo en trabajo con largos intervalos de paro ni en encontrar uno en el que
pase muy pocas horas porque aunque sólo tuviera media hora de trabajo a la
semana, esa media hora para mí sería un sopor. Hay quien pensará que no veo la
alternativa en un trabajo de pocas horas porque ese trabajo no me daría mucho
dinero, pero no es así, a mí el dinero me da exactamente igual siempre y cuando
tenga el suficiente para vivir, no tengo ese afán que tienen algunos por amasar
una fortuna para gastárselo en productos que no necesitan. Pero no, no veo la
alternativa en reducir las horas ni en ir saltando de un empleo a otro, yo
quiero trabajar, pero trabajar sin obligación, únicamente en lo que me
satisface y en lo que yo mismo me propongo.
Hay que establecer una diferencia
clara entre el trabajo de verdad y la esclavitud, lo que hoy día ocurre es
esclavitud, no es trabajo. La gente no trabaja, la gente se esclaviza. Si yo
quiero moverme desde mi casa hasta la casa de mi abuela tengo que caminar unos
pocos kilómetros, tardo quizás media hora en llegar, es posible que me de
pereza porque no me apetezca andar tanto, pero quiero ver a mi abuela. Caminar
hasta allá es trabajo y el producto es ver a mi abuela (No te parece un trabajo ¿Verdad). Si por el contrario
llega un señor y me dice… “Camina hasta la casa de tu abuela y te pagaré un
salario (Esto si te parece un trabajo ¿Verdad?), ya sabes que necesitas dinero para sobrevivir aquí, yo y unos cuantos
nos hemos encargado durante miles de años de que no existan apenas alternativas
para que puedas sobrevivir sin depender de un sueldo”, si me convence, entonces estaré aceptando
la esclavitud.
Los cazadores recolectores de los
primeros pueblos humanos o incluso los primeros agricultores, no sentían el
trabajo como lo sentimos ahora nosotros porque no eran esclavos. Buscar alimento
o producirlo para sobrevivir era una tarea de todos que formaba parte de sus
vidas tal y como jugar, cantar, dibujar o tirarse en el suelo y mirar las
estrellas (Nadie les pagaba un sueldo), y si no era así, ya sea porque alguien les esclavizaba o les
manipulaba, debería haber sido así y debería ser así en nuestros días.
La esclavitud tendría que ser eliminada
por completo, quizás el trabajo no pueda exterminarse, pero de ser así, lo suyo
sería luchar por reducirlo al mínimo posible. Aunque, evidentemente, nada de
esto entra dentro de la lógica capitalista, así que sigamos produciendo y
consumiendo sin sentido alguno hasta que reviente todo.
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