Aún viviendo, vivo. Aún viviendo siento que no estoy preparado para la
vida, para observar con sanos ojos el círculo de contradicciones que nos
depara el destino; lo que uno quiere y lo que uno cree que no quiere o
lo que uno cree que no debería querer. Aún viviendo, muero. Muero porque
no tomo ninguna elección, porque se escogen ellas mismas y hacen de mi
estéril voluntad una tétrica marioneta. Cierro los ojos y no sé ya si
existe el miedo, al igual que no sé si existe la libertad. Lejos de la
necesidad de seguir demostrando algún tipo de poder a los demás, lejos
de preservar la imagen pura y digna que otros puedan tener de mi
persona, yazgo en un manto de hojas en otoño mientras viven palpitando
primaveras en mi pecho.
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