martes, 23 de enero de 2018

El niño, el viento, la cometa y el sol

Algún niño despistado dejó que su cometa se escapara y volara sola hacia el sol. El viento pasaba por allá en forma de pequeña brisa y se maravilló ante la imagen de aquella preciosa cometa. Suavemente la sostuvo y la ayudó en su recorrido, y así lo hizo durante días hasta que se le ocurrió utilizar alguna de sus fuertes ráfagas para que la cometa pudiera llegar cuanto antes al sol. Pero sacudió su estructura con tanta fuerza que la cometa perdió el rumbo y el sol dejó de incidir en los colores de la misma manera en que lo había hecho antes.
El viento se entristeció y para solucionar el problema, envió otra fuerte ráfaga intentando corregir la posición de la cometa. Pero la cometa se desvío aún más, y el viento volvió a intentar corregir el trayecto, y otra vez la cometa se desvío. Y así continuó ocurriendo durante días.
Finalmente, el viento se rindió, dejó de enviar aquellas ráfagas y sin darse mucha cuenta se transformó nuevamente en una apacible brisa. Entonces pudo observar como la cometa comenzaba a corregir su posición poco a poco, pudo ver como regresaba a volar otra vez hacia el sol.
El viento no comprendía nada, estaba confuso. Al menos se hizo a la idea de que no debía continuar enviando sus ráfagas, pero sabía también que a esa velocidad la cometa jamás llegaría hasta el sol.
El sol, observando la inquetud del viento, quiso hablar con él, y así le dijo:
"Si la cometa llegara a mí, se quemaría, perdería sus colores y toda su forma. Yo no soy su meta, la belleza no está en la culminación de su recorrido. La meta es el propio recorrido en sí , y la belleza está en su planear constante y tranquilo hacia mi luz, la cual le ofrece sus colores.
Déjala sobre tu brisa, no fuerces su movimiento, dale ese espacio y permítela ser. Sólo así disfrutarás de su hermosura largo tiempo."

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