domingo, 20 de septiembre de 2015

La película de tu vida

Y entonces la realidad nos hace un agujero en el vientre. Querríamos quizá que nuestra vida fuera como una película de Hollywood, que nuestras anécdotas fueran las del protagonista de la serie a la que somos adictos. En ese mundo ideal y ficticio no parece que haya que pagar facturas ni levantarse cada día temprano para cumplir con “nuestras obligaciones”, no da la sensación de que exista ningún tipo de presión social, ningún tipo de condicionamiento ni parece que haya una tarea alienante que debamos cumplir hasta la senectud. En ese mundo el tiempo está calculado y ya se sabe lo que va a ocurrir, en ese mundo el ambiente está prefabricado y no hay vacíos existenciales, todo parece tener sentido, cada segundo de la trama conecta con una lógica clara y concisa, la banda sonora nos transporta exactamente hacia donde queremos estar, hace incluso que tengamos la sensación de que podemos captar los olores de los lugares que se nos presentan. Queremos estar dentro y a ratos, inconscientemente, creemos estar dentro, cuando todo acaba se produce esa misma sensación que cuando la alarma nos despierta y desconectamos repentinamente de un sueño alentador y agradable. Es una sensación asfixiante, de un desasosiego indescriptible, es como si existiera una realidad paralela, como si tuviéramos la posibilidad de elegir entre diversas realidades y hubiéramos escogido la peor, la que ofrece únicamente situaciones grotescas e ilógicas, la que amarga la existencia con una multitud de necesidades y compromisos ajenos a nuestras ambiciones. Y los días se nos hacen largos y pesados, pues nos es incomprensible entender la razón por la que deberíamos luchar por nuestra supervivencia, creemos que nuestra vida no es la vida que deberíamos estar viviendo, en algún momento tomamos una senda equivocada y desde ahí hemos seguido caminando sin saber a dónde nos dirigimos ni porqué.
Este choque, esta jarra de agua fría en la cara, este pellizco en la frente nos vale de mucho si queremos aprovecharlo. Hay situaciones de la vida de cada uno que pueden ser asfixiantes, retorcidas y malsanas, eso es indiscutible, y cada cual ha de enfrentarse como buenamente pueda a esas realidades aplastantes. Todo lo demás, todo lo que añade un poco más de amargura a nuestros problemas, es producto único de nuestra mente, es producto inseparable de los pensamientos negativos. En nuestras manos está que trabajemos en pos de asumir la realidad tal como es, en nuestras manos está que concibamos nuestro día a día como el resultado de nuestras elecciones y, más aún, en nuestras manos está que cambiemos, a pesar de las posibles consecuencias, aquello que no nos satisface y que nos hace sentirnos desdichados. No podemos esperar a que los acontecimientos den un giro inesperado que cambie repentinamente nuestra suerte, no se trata a veces tanto de cambiar las condiciones exteriores, generalmente el problema se encuentra en el paradigma desde el que observamos nuestra circunstancia, en la perspectiva desde la que entendemos nuestro mundo. No estoy diciendo que todos nuestros problemas se basen en una cuestión de perspectiva, es obvio que quien tiene hambre y no tiene nada que llevarse a la boca, por mucho que cambie la forma de entender su hambre o la idea que tiene de lo que es la comida, va a seguir sintiendo hambre. De lo que yo hablo es de conseguir alejar todas las ideas que se apegan al problema real, porque nuestra mente juega a engrandecer aún más los dilemas. De lo que yo hablo es de no recrearnos en el dolor y para eso es indispensable asumir la realidad tal y como es, aceptar la circunstancia que se nos da en nuestro momento presente y luchar por cambiar aquellas situaciones que nos disgusten siempre que tengamos a nuestro alcance la capacidad real de cambiarlas, sin caer en la negación de nuestras propias vidas. Nuestra realidad no es un film, pero podemos llegar a ser muy buenos actores en el mundo en el que hemos nacido, interpretando los designios de nuestra personalidad sin necesidad de un guión preestablecido. Interpretando espontáneamente y sin análisis alguno, el resultado de lo imprevisible.  

1 comentario:

  1. Muchas veces he pensado en esto que planteas. Seguramente sea verdad eso que dices de esa sensación asfixiante que sentimos cuando acaba esa trama en la que nos hemos adentrado porque volvemos a la realidad. A esa "realidad" que en realidad no es nuestra. Tal vez por eso cuando despertamos después de un sueño no nos guste despertar porque donde nos sentimos segurxs es en ese mundo. No porque tengamos miedo de enfrentarnos a nuestra vida, a nuestro día a día.. a ese día a día que a menudo no sabemos controlar y nos lleva por caminos que no queremos o no sabemos andar. Sino porque es nuestro hogar. Ese mundo al que viajamos cuando dormimos... o no... "¿Porque seguir soñando si la vida es sueño? Del cual no puedes despertar porque crees estar despierto... entonces cierra los ojos y vive la realidad."

    La verdad (si esque ésta existe...)esque no tenemos ni idea de cual es la realidad... solo podemos aferrarnos a lo que entendemos sino queremos vivir en un columpio que te balancea de un lado a otro sin llegar a ninguno.

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