Tú, que estás en todas partes, tú,
que te metes en mi cuerpo aunque no quiera, aunque te odie. Tú, que perturbas
el olor de la naturaleza, tú, que le quitas el sabor a todas las comidas, tú,
que no dejas vivir a quien posees y son muchos amigos míos a quienes tú posees.
Tú, que me agobias y me quitas las ganas de ir a cualquier lado porque allá
donde voy estás cargando el ambiente. Tú, que a las buenas personas has
enseñado a faltar el respeto porque convences a cualquiera para eliminar su
criterio personal. Tú, que te pegas a mi pelo y a mi ropa. Tú, que has creado
un estereotipo que enamora a millones de personas. Tú, que no aportas nada, que
eres vomitivo y que robas el dinero de la gente que te ama. Tú, que en todo te
impregnas, tú, que me persigues, tú, que me das tos, tú, que me das dolor de
cabeza, que me das náuseas, que me marchitas, me pones de mal humor, me apartas
del mundo del que te has adueñado. Tú, que me das tanto asco…
Tú, que por desgracia existes. Tú,
amigo de las arcas del Estado, insulto a la inteligencia humana, bazofia inútil.
Tú, que haces confundir el vicio con el placer. Tú, que me haces escribir esto
sobre lo horrible que eres porque eres tan horrible que sería pecado no
hacerlo. Tú, maldito persuasor, sólo un pequeño contacto y ya te aferras como
un parásito. Te ofrecen la mano y agarras todo el brazo, después el cuello, el
pecho, la cabeza… Tú, que ya no eres lo que antes eras. Te hablo a ti, que has
perdido tu naturaleza, tus principios, eres el producto de una industria cruel
y despiadada. Tú, que me tienes harto, que me ahogas, que me desesperas
¡Desaparece! A mi no me engañas con tu pose de chulo, vas de adulto y de
maduro, pero no eres nadie, sólo ofreces una imagen irreal que esconde tras de
sí a un niño sin capacidad de decisión, sin fuerza de voluntad para tomar sus
propias decisiones ¡Esa es la verdadera imagen que ofreces! Eres un pedacito de
muerte, unos minutos de tumba, un horizonte de cáncer. Eres la mano que se
apoya en la barandilla de las escaleras, la boca que gime de cansancio y de
vejez prematura, los dientes delatores, la calavera negra y vacía bajo los
ojos. Eres aquello que le arrebata todo el sentido al ejercicio, a la comida agradable,
a la salud vital. Tú, que lo manchas todo con tu espesa sombra y que preguntas
a veces si puedes expandirte donde nadie te quiere y cabizbajos te admiten para
no ser cómplices de la intransigencia, juegas con eso, pero sabes que el más intransigente
eres tú. Tú, hijo de la putrefacción, principio de la llama que arrasa con la
voluntad verdadera de los seres humanos. Tú, oficialmente aceptado,
oficialmente respetado, oficialmente amado. Has sabido hacerte un hueco en
todas partes y eres ahora un pilar imprescindible para la economía. Tú ¡Maldita
droga inútil! Sucio pájaro de humo, sucio cigarrillo, ¡sucio tabaco!, ¡sucio
tabaco!, ¡sucio tabaco! ¡Te odio! ¡Me das asco!
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