Se apoyaba en la baranda de la terraza, y en sus ojos
como en un charco se repetía el esplendor de la Alhambra. El gato a
veces nos miraba, fascinado tal vez por los rizos de la noche. Luego,
inesperadamente, sonaban las campanas de la iglesia de la Plaza del
Salvador. El silencio era el único olor de la madrugada, con el matiz de
alguna sombra extraviada que vagaba sonámbula por la cuesta del Chapiz,
donde la pobre Loli se torció de una caída su flácido brazo.
Se
apoyaba en la baranda de la terraza, y arqueaba peligrosamente su
espalda. El enfoque de su mirada comenzaba a tomar forma, a
estructurarse desde la base de la confianza, como si de alguna forma
creyera saberlo todo sobre mí, paradójicamente en un instante en el que
ni yo mismo hubiera podido saber quien era.
Luego pasó a ser un
sueño, y dentro del sueño dejó de ser. Observé la muerte, que sólo
existe desde la memoria de que lo muerto no estuvo muerto antes, y hago
tal aclaración porque pude ver también la inexistencia, que es una cosa
hondamente distinta. De lo inexistente, al contrario de lo que ocurre
con la muerte, no hay consciencia alguna. Lo curioso fue descubrir que
aún estando muerta seguía sintiendo amor por ella, no por la imagen del
recuerdo de lo que fue en vida, sino por ella, completamente por ella. Y
más curioso aún fue descubrir que, también por encima de su posible
inexistencia, es decir, de su no-ser, seguía sintiendo amor. Pero de
alguna forma, no sólo por ella, también por mí, a pesar de la
posibilidad de mi inexistencia o de mi muerte. Después, ese amor
conducido, perdió la capacidad de optar por cualquier tipo de dirección,
y empezó a envolverlo todo, hasta el punto de ser lo único. Ya no era
una sustancia que pudiera manejar desde mis decisiones, ya no formaba
parte de mis anhelos particulares, estaba dentro de mí y a la vez estaba
fuera, así como dentro también de todos los seres. Pude ver que el
mundo era un cúmulo de apariencias interpretadas, una fuente de
imágenes, una minúscula parte de la infinitud del amor, “el Es”, lo que
está siendo, que es lo único que existe y, por tanto, lo único realmente
perpetuo. Lo único que estaba ahí, nada más abarcaba en sí la
inexistencia.
viernes, 22 de octubre de 2021
Granada
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