martes, 17 de abril de 2018

¿El sentido de la vida?

Voy a aprovechar la soledad para atornillar las patas de la tabla sobre la que bailamos, esa que de tanto en cuanto se tambalea. Lo más probable es que a pesar de apretar los tornillos, vuelva a tambalearse de nuevo tarde o temprano, puesto que el baile no cesa y es vívido e intenso. Pero tengo una caja llena de herramientas y construir siempre ha sido una gran motivación para mí. Así que cada vez que parezca que la tabla está a punto de quebrarse, llegaré con mis manos y mi tiempo para reconstruirla y que sigamos salvajes danzando.
En realidad no nos conocemos, nunca hemos llegado a ese punto o, quizá, debería aclarar que no creo que ese punto exista, el de conocerse digo, porque ¿Qué es conocerse? ¿Qué es conocer a alguien? Si conocernos es aprender nuestros nombres, recordar nuestros gustos, nuestras incomodidades, saber lo que decimos que somos y actuar en base a los principios inamovibles que aceptamos como detalles inflexibles de nuestra personalidad, entonces podría decir que nos conocemos, pero ¿De qué nos sirve alimentarnos de toda esa información superficial cuando es un hecho que es una información falsa basada en acciones completamente volubles en el tiempo y el espacio? Aunque rechacemos y reprimamos intelectualmente su volubilidad, las características que definen lo que llamamos nuestra personalidad, nunca han sido permanentes, nunca han existido.
Si dijera que te conozco, deberías probablemente tomarlo como un insulto, como una subestimación. Cuando decimos que nos conocemos estamos simplemente encuadrando la imagen de una persona en la estructura de un segmento temporal imaginado en el que añadimos experiencias acontecidas en el pasado completamente manipuladas por el pensamiento actual de lo que recordamos que ocurrió. Con toda esa información imaginada optamos por un patrón de comportamiento frente a la persona “conocida” que creemos que se adapta mejor a ella y a nosotros mismos. Ideamos un perfil como en un videojuego y el hecho de que la persona “conocida” acepte el perfil que le implantamos, facilita la asimilación de la creencia del conocimiento de su personalidad y anula en ella las posibilidades de crecimiento y desarrollo pleno de su existencia y también la posibilidad de que nosotros podamos indagar verdaderamente en el conocimiento profundo y la comprensión real de su esencia.
Conocer a alguien es, aunque nos resulte paradójico, aceptar primeramente que nos es imposible conocerle. Nos guste o no, no somos lo que hicimos ni lo que haremos, y sería arriesgado decir que somos lo que hacemos porque para definir nuestra personalidad desde la descripción de los actos que acometemos en el presente, necesitamos estructurar con palabras dichos actos, los cuales son efímeros, temporales. La descripción de los actos es una mera construcción de etiquetas. Así que, en definitiva, no somos absolutamente nada.
Creemos fervientemente que somos fruto de nuestro pasado, lo cual indica que no nos conocemos a nosotros mismos. Ofrecemos gran facilidad para que nos enmarquen en la pared del pensamiento ajeno porque nosotros mismos nos enmarcamos en la pared de nuestro propio pensamiento. Y hacemos esto porque tenemos miedo a asumir que no somos nada, creemos que la asimilación de dicha cuestión podría traernos un profundo vacío emocional.
Es probable que así sea, es bastante probable. Durante toda nuestra vida hemos actuado en base a un patrón de conducta condicionado por las características adquiridas que supuestamente definían nuestra personalidad. Toda nuestra existencia se sostiene en la idea de que somos algo separado, ajeno al resto de la materia viva o muerta y de las formas que percibimos. Supone una carga de responsabilidad total el hecho de aceptar que podemos ser aquello que queramos . El tiempo sólo sucede en la mente. En la realidad somos instantes, y dilucidar esa realidad puede ser algo semejante a la muerte, nuestro afán de supervivencia se manifiesta confuso y no permite que exploremos esta vía. Pero si abrazáramos con entereza la sensación que trae la toma de consciencia del “no-tiempo”, la toma de consciencia de que no somos nada definitivo, nada determinado, querríamos morir en este sentido para dejarnos embaucar por la vida, para practicar la libertad en su profundo y verdadero significado.
Sólo imagina ser lo que quieres ser, toma de lo que existe lo que quieras tener, la arquitectura del instante y el espacio se ofrecen para desarrollar tu creatividad.
Lo que somos en esencia escapa al control analítico del ser humano. No somos tiempo, no somos las cosas que poseemos. Somos el continuo desarrollo de nosotros mismos fuera de la importancia dada por el pensamiento al sinsentido y al sentido. Somos únicamente momento, fugacidad, instante, amor creativo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario