Que todo es cosa de perspectiva ya lo sabemos, hasta nuestra propia
muerte puede parecernos un plato de buen gusto. Los sucesos son eso,
acontecimientos que discurren sin que exista posibilidad de
transformación una vez que ocurren. Hay muchas herramientas a escoger a
la hora de enfrentarnos a los hechos, pero actitudes hay básicamente
dos. Podemos optar por auto-infligirnos una sucesión descontrolada de
violencias psicológicas tomando el camino de la queja y el constreñimiento,
de esa manera no cambiaremos nada, no habrá sensación de alivio ni
desasosiego, pero sentiremos algo así como un halo de justicia y
orgullo, fruto de la asunción de nuestro inconformismo como algo
positivo, un inconformismo sin resultados ya que hablamos de eventos
inevitables.
Por otro lado, podríamos optar por la senda de la asimilación, de la aceptación. En este caso tampoco cambiaríamos nada, lo inevitable continuaría su curso y, quizá tristes o quizá emocionalmente indiferentes, esperaríamos con los ojos bien abiertos a que la situación se modificara por sí sola. Después trabajaríamos intelectualmente para encontrar la manera de construir mecanismos que eviten la repetición de los sucesos que nos disgustan.
Y a la nieve que comienza a caer cuando uno está en plena calle, no nos queda otro remedio que amarla. Colocar nuestra cara frente a ella y dejar que nos bese.
Por otro lado, podríamos optar por la senda de la asimilación, de la aceptación. En este caso tampoco cambiaríamos nada, lo inevitable continuaría su curso y, quizá tristes o quizá emocionalmente indiferentes, esperaríamos con los ojos bien abiertos a que la situación se modificara por sí sola. Después trabajaríamos intelectualmente para encontrar la manera de construir mecanismos que eviten la repetición de los sucesos que nos disgustan.
Y a la nieve que comienza a caer cuando uno está en plena calle, no nos queda otro remedio que amarla. Colocar nuestra cara frente a ella y dejar que nos bese.
Magnífico
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