jueves, 14 de marzo de 2013

La idea (cuento) (5ª parte (de 6))

Parte 5: La idea


Él sonreía ante la muchedumbre, parecía gustarle todo aquello, se lo tomaba a broma. Se metía entre la gente y gritaba una consigna; todos la repetían, esperaba a que pasasen algunos minutos y gritaba otra consigna totalmente contradictoria con la anterior, pero entiéndase que no se trataba de una contradicción del todo obvia, sino que era de aquellas contradicciones que sólo se aciertan a reconocer después de razonarlas durante algún instante. A pesar de todo, la muchedumbre repetía lo que él decía sin pensar en nada, como si el hecho de protestar no necesitase de causas ni de lógica.
Una noche de las más agitadas, decidimos ir a mezclarnos de nuevo con la masa colérica y él, antes de salir, abrió el cajón donde había escondido la idea que me dictó aquel día. La guardó en su bolsillo y partimos.
Vimos, entre la multitud, a ella, de la mano de un tipo alto y extraño que portaba una pancarta absurda, cuya consigna no recuerdo. Yo me entristecí. Él comenzó a reír a carcajadas y corrimos sin descanso por las calles empantanadas de personas como si nos persiguiese la peor de todas nuestras pesadillas.
Ahora, él llevaba el papel con la idea encerrada en su puño, y en la mano derecha, para mi sorpresa, portaba un spray de pintura negra.
Primero, en una de las plazas más amplias de la ciudad, donde más podía observarse, en donde desde cualquier punto de la plaza podía ser visible, comenzó a escribir en letras mayúsculas lo que aquel papel arrugado contenía. Yo le miraba extasiado y no pude prestar atención a la idea, ya que no cesaba mi anonadamiento por lo peculiar e insólita que me parecía tal acción en su persona.
Fuimos de plaza en plaza escribiendo la idea en las zonas más visibles, arriesgando muchas veces la vida desde alturas poco recomendables y, en la última plaza donde escribimos, una vez que nos unimos a la gran masa para evitar nuestra identificación, se hizo un silencio absoluto, y seguidamente en toda la ciudad, pues la multitud parecía haber leído la idea y estaba razonándola, asimilándola, entendiéndola… La idea era un todo; una crítica y una autocrítica; una contradicción y una congruencia perfecta; una lógica y el caos más absoluto; la idea era una respuesta y era  a la vez un montón de nuevas preguntas para la humanidad. La multitud gritó de nuevo, muchos lloraron también y el ambiente se torno muy distinto a como había sido los días anteriores.
 

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